A principios de 2023, se habla mucho de la IA -inteligencia artificial-, que desde hace tiempo es capaz de vencer a campeones de ajedrez y ahora también ha vencido al campeón mundial del juego de mesa Go. Tales triunfos han llevado a calificar a la IA por encima de la inteligencia humana. Los filósofos nos recuerdan que las decisiones inteligentes -incluidas las jugadas en el ajedrez- llegan hasta el futuro y que las máquinas no saben nada del tiempo que les espera.
Sin embargo, los ingenieros están enseñando a las máquinas "aprendizaje profundo" y ahora pueden diagnosticar el cáncer y muchas cosas más. Los informáticos recomiendan no sobrestimar la inteligencia de estos sistemas. Pero si uno echa un vistazo a los periódicos, tiene la sensación de que esta opinión está cambiando. Se puede leer sobre el programa ChatGPT que puede escribir, y luego los profesores anuncian que "la calidad de los textos escritos por una IA mejorará en el futuro, pero la calidad de los textos humanos tenderá a mantenerse igual". Ahí está de nuevo el viejo temor de que las máquinas se conviertan en humanos y los sustituyan, pero cualquiera que reflexione sobre el estado actual de las cosas se ve extrañamente llevado a la conclusión contraria, a saber, que son los humanos los que se convertirán en máquinas.
Estamos hablando de la producción de textos y, por tanto, del orgullo de escritores y periodistas que creen que están creando algo especial con su escritura que las máquinas nunca podrán lograr. Pero quien discuta ahora la cuestión de cuándo los textos ChatGTP serán mejores que los textos humanos está mirando en la dirección equivocada. No debería sorprendernos que las máquinas escriban como los humanos, más bien deberíamos preguntarnos por qué muchas personas llevan tanto tiempo escribiendo como máquinas. Muchos de los artículos que se nos presentan consisten, en el mejor de los casos, en frases estandarizadas con las que estamos familiarizados por numerosos comunicados de prensa y que ofenden nuestro sentido del lenguaje. Los humanos no deben señalar con el dedo a las máquinas, sino a sí mismos y trabajar en la calidad de sus formulaciones. La IA domina el lenguaje de los comunicados oficiales, más allá del cual deberían ir los humanos de la escritura. No son las máquinas las que hacen superfluos a los humanos. Se sacan a sí mismos del juego si siguen siendo chapuceros con el lenguaje y piensan que basta con escribir textos sencillos para mentes sencillas. Las máquinas pueden hacerlo mejor, por suerte para la imaginación.
