"Cuanto más tontos, más móviles".
Generación Ansiedad es el nombre de un libro pensado para asustar a los padres cuyos hijos no pueden separarse de sus smartphones y pasan más tiempo en las redes sociales que en encuentros sin móvil con sus compañeros. Su autor, Jonathan Haidt, denuncia que los adolescentes experimentan más fases depresivas, que las chicas empiezan a hacerse daño, que aumenta la tasa de suicidios, que más alumnos se quejan de trastornos de ansiedad, etc.
A los críticos les molesta el retrato unilateral que hace Haidt y se quejan de que no aborde factores como la pandemia de coronavirus, la situación económica y la crisis de los opiáceos, palabra clave fentanilo. Critican a Haidt por no ser capaz de aportar ninguna prueba fiable de los efectos nocivos de los smartphones. Yo también lo creo. Pero: si se difunde el miedo suficiente y se afirma lo que parece obvio y puede expresarse en la frase "cuanto más tonto, más móvil", seguro que aumentan las cifras de ventas. Pero, ¿qué hay de cierto? Como siempre, merece la pena echar un vistazo a la historia, en la que las nuevas técnicas o tecnologías fueron inicialmente menos bienvenidas y más maldecidas. Hace más de 2000 años, el sabio Sócrates advertía contra el uso de textos escritos porque, en opinión del filósofo, recurrir al pensamiento en papel dañaría la memoria y retrasaría el aprendizaje. Cuando a mediados del siglo XIX aumentó la producción de periódicos, revistas y libros, los maestros de la creación entraron en pánico. La lectura de tales productos debilitaría, en primer lugar, la moral de sus esposas y, en segundo lugar, como madres, les haría descuidar a sus vástagos. Y en el siglo XX, se decía que la radio tentaría a los niños a pasar su tiempo libre delante de sus aparatos... o a ir al cine. En los años 90, Internet se convirtió en el centro de las preocupaciones educativas y de la crítica psicológica. El autor de estas líneas no soporta a la gente que no puede dejar de mirar el móvil mientras habla con ellos, y efectivamente le parece que la afición a los smartphones tiene algo que ver con la ansiedad, pero de un tipo distinto al que piensa el psicólogo social. Se trata del vacío interior de las personas que temen llenar su tiempo libre de sentido y llevar una vida autodeterminada. Miran en su interior, no encuentran nada y miran su dispositivo desesperados y llenos de esperanza. No es el smartphone lo que da miedo, es el miedo lo que lleva a la gente al smartphone.
