Cualquiera que eche un vistazo superficial a la evolución de los asuntos mundiales y se deje impresionar por las últimas noticias puede tener fácilmente la impresión de que la violencia entre las personas ha aumentado. Basta recordar las guerras mundiales y los aparentemente innumerables conflictos locales que se libraron con armas y dejaron tras de sí montañas de cadáveres. Baste mencionar Siria y Ucrania y recordar el terror, a menudo por motivos religiosos, que se sintió sobre todo en Nueva York el 9 de septiembre de 2001.
Sin embargo, a pesar de este aumento de la violencia militar y política, el psicólogo evolutivo estadounidense Steven Pinker sostiene en su libro "Violencia" que el uso del poder material por encima de la agresión necesaria ha disminuido a lo largo de la historia de la humanidad. Pinker quiere escribir con su libro "una nueva historia de la humanidad" y explicar "por qué ha disminuido la violencia".
El psicólogo estadounidense sigue el ejemplo del sociólogo Norbert Elias, que analizó el "proceso de civilización" y descubrió que iba acompañado de un descenso de la violencia. Esto se debe principalmente a la razón humana, de la que emana la luz de la ilustración y que ha sido nombrada por muchos pensadores como la esperanza esencial para hacer frente a amenazas como la bomba atómica y la destrucción del medio ambiente. Esta noble razón también desempeña un papel especial en la obra de Pinker, ya que es la única fuerza motriz de la humanidad a la que se le reconoce un potencial progresista. Dicho de otro modo: Sólo la razón de la sociedad humana puede aumentar en el curso del tiempo y, por tanto, en el contexto de la historia, promoviendo así el nivel de civilización asociado, que ha de hacerse reconocible a través de una mejor nutrición y educación.
Al periodista le parece más plausible la idea contraria, a saber, que la humanidad en su conjunto y su disposición no se han vuelto realmente más pacíficas, sino que la civilización técnica se ha encargado de que los miembros de la sociedad dispongan cada vez de más medios para servir a sus fuerzas motrices y calmar su lado oscuro. No hay más que pensar en los grandes acontecimientos con asistencia de público y el júbilo embriagado en la manada, cuando en la experiencia de grupo alcoholizada el "yo", por lo demás simpático, se convierte en un "nosotros" exuberante y salvaje que se abandona a la embriaguez y apenas puede controlarse.