Hace tres años, físicos de Jülich consiguieron erigir de forma controlada una única molécula plana. Ahora, tras meses de experimentación, la han vuelto a poner patas arriba. Los conocimientos adquiridos son un paso importante hacia la fabricación molecular en tres dimensiones.
La idea de ensamblar componentes y circuitos eléctricos a nivel de átomos y moléculas pieza a pieza, de forma similar a máquinas más grandes, es uno de los objetivos centrales de la nanotecnología. El resultado actual, que los investigadores de Jülich han logrado con socios de la Universidad de Warwick (Inglaterra), abre nuevas vías para realizar sensores ultrasensibles o puntos cuánticos para almacenar información cuántica en ordenadores cuánticos, por ejemplo. El objetivo era averiguar con exactitud la estabilidad real de una molécula de este tipo. Aumentando la temperatura, la molécula se agitó más y más hasta que finalmente se cayó. Para lograr la precisión necesaria, hay que volver a poner la molécula en posición vertical y volcarla varios cientos de veces. Además, es difícil determinar cuándo se cae la molécula. La punta del microscopio es enorme en comparación con una sola molécula y la estabiliza mediante interacción electromagnética mientras esté en sus proximidades. Por este motivo, se desarrolló un procedimiento en el que la punta se retrae alternativamente y se acerca de nuevo a la molécula.
En la producción a nanoescala, las estructuras diminutas se construyen capa a capa y se vuelven a grabar parcialmente. Sin embargo, en el futuro también será posible producir estos componentes de otras formas. Por ejemplo, ensamblándolos a partir de moléculas individuales, como los ladrillos de Lego.