Hay momentos en los que todo se detiene de repente. Al menos en el exterior. El teléfono no suena. La bandeja de entrada del correo electrónico permanece en silencio. La agenda está vacía, o al menos más vacía de lo habitual. En realidad es el momento que muchos directivos llevan semanas esperando: Por fin vacaciones. Por fin fuera. Por fin respirar hondo.
¿De verdad?
Porque a menudo ocurre algo aterrador: Tu cabeza no puede seguir el ritmo. Los pensamientos siguen dando vueltas. E incluso junto a la piscina en la Toscana, mientras los pájaros trinan por la mañana en Amrum o entre los picos de las montañas en el Allgäu, persiste esta sensación acuciante: ¿Está mi equipo haciendo las tareas correctamente? ¿Y si llama el Sr. XYZ, ese cliente tan importante que sólo quiere hablar conmigo? ¿Y si se va la luz? ¿Y si se quema la galvanoplastia? Entonces te das cuenta con un sobresalto: ¡Sigo en medio de todo!
Un director general me dijo: "Estaba sentado en una casa de vacaciones de ensueño, en medio de los olivares de la Provenza, pero yo no estaba allí. Mi cuerpo estaba de vacaciones. Mi cabeza, en cambio, estaba en modo crisis. Porque mi equipo y mis clientes me llamaban al menos una vez al día. Y yo cogía el teléfono".
Este fenómeno está muy extendido, y a menudo es síntoma de que los límites entre responsabilidad y sobrecarga se han difuminado hace tiempo.
Cuando el liderazgo se convierte en una reacción
En muchas organizaciones, el concepto de liderazgo se ha visto sometido a presiones en los últimos tiempos. Las nuevas normativas, la escasez de mano de obra cualificada, la incertidumbre política, las crisis mundiales y, al mismo tiempo, el aumento de las expectativas de flexibilidad, comunicación y presencia están poniendo bajo presión a los responsables de la toma de decisiones.
Lo que antes era planificación de futuro se está convirtiendo en gestión diaria de crisis. Lo que antes era estrategia ha mutado en reacción a demandas externas.
La situación es grave, y precisamente por eso se necesita esperanza.
Mucha gente piensa que la "esperanza" es un deseo, unas gafas de color de rosa o el principio: "Todo saldrá bien".
Pero eso no basta.
La esperanza no es un sentimiento aleatorio, sino una actitud interior que puede cultivarse conscientemente, y una herramienta de gestión estratégica. Porque la esperanza nos abre los ojos a las oportunidades. Centra la atención en el margen de maniobra, incluso cuando todo parece apretarse en el exterior. Y es una importante fuente de fuerza para seguir siendo capaces de actuar cuando la incertidumbre se convierte en un estado permanente.
Los directivos que anclan la esperanza en su actitud
- se concentran en lo que pueden influir
- actúan orientados a las soluciones en lugar de centrarse en los problemas
- dan seguridad a su equipo mediante la presencia y la claridad
Pensar en escenarios en lugar de cavilar
Muchos responsables de la toma de decisiones experimentan actualmente el miedo como factor de bloqueo. Nos hace aguantar, esperar, dudar. Pero el liderazgo necesita claridad. Y la claridad viene de la perspectiva, y un enfoque probado es trabajar con escenarios realistas.
Tres preguntas nos ayudan a volver a la acción:
- ¿Cuál es el peor escenario posible y cómo podríamos afrontarlo?
- ¿Cuál sería el mejor resultado posible y qué haría falta para conseguirlo?
- ¿Qué pequeños pasos podemos dar hoy para ponernos en marcha?
Porque quien está preparado mantiene la calma. Y quien reconoce las opciones puede tomar decisiones con mayor seguridad, incluso en tiempos turbulentos.
La estructura crea estabilidad, incluso bajo presión
Además de una actitud interior, también se necesita una estructura externa. Muchos directivos fracasan no por la complejidad de sus tareas, sino porque carecen de un enfoque sistemático de la toma de decisiones.
Lo que realmente ayuda: unas directrices para la toma de decisiones fáciles de aplicar que sirvan de orientación en el día a día, tanto para uno mismo como para el equipo.
Esto incluye
- Claridad sobre lo que pertenece a su propio escritorio: no todas las decisiones son competencia del jefe. Los que delegan conscientemente se quitan presión de encima y desarrollan la experiencia dentro del equipo.
- Liderazgo basado en principios y no en casos individuales: Ejemplo: "Yo tomo las decisiones por encima de 30.000 euros. Por debajo de esa cantidad, mi equipo decide según criterios definidos". Estas normas generan rapidez y confianza.
- Rapidez antes que perfección: No todas las decisiones tienen que ser perfectas, pero deben tomarse con prontitud. Si esperas demasiado, pierdes oportunidades.
La esperanza hace que el liderazgo sea eficaz
Cuando integras la esperanza como actitud en tu liderazgo diario, no sólo cambias tu perspectiva interior, sino también el ambiente en el que trabaja tu equipo: Creas confianza. Proporcionas orientación. Mantienes abierto el margen de maniobra, incluso cuando las cosas se ponen incómodas en el exterior.
Porque liderar no significa saberlo todo. Liderazgo significa ser capaz de tomar decisiones - y mantener la calma en el proceso.
PD: Por cierto, si quieres saber cómo me las arreglé para pasar las vacaciones sin el móvil, puedes descubrirlo en el episodio #23 de mi podcast.