En junio de 1938, el crítico literario y filósofo Walter Benjamin escribió desde París una carta a su amigo judío Gershom Scholem en la que citaba el libro de Arthur S. Eddington "Weltbild der Physik", publicado en 1934. Eddington habla de los conocimientos de su ciencia, y le parece "más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un físico atravesar un umbral", después de todo, una "tabla no tiene sustancia sólida", como puede demostrar la teoría cuántica de los átomos.
Benjamin intuye la paradoja de la ciencia. Resulta que los conocimientos de la física enfrentan a las personas a una realidad que apenas pueden experimentar. Esto les lleva a familiarizarse con lo opuesto a la ciencia, a saber, la tradición del misticismo. En la versión judía, esto permite la idea de que hay secretos en el mundo que permanecen. Quien quiera abrirse camino en sus profundidades debe tener en cuenta que las explicaciones científicas no desvelan ningún secreto -no levantan el velo que cubre la verdad-, sino que profundizan en lo maravilloso.
El mundo no está desencantado por la ciencia, al contrario, está encantado. Quien sustituye lo familiar por un misterio romantiza el mundo, como diría Novalis, lo que nos permite señalar que la sustitución histórica del pensamiento místico por la argumentación racional se está levantando gracias a la teoría cuántica y que ambos esfuerzos de las personas por adquirir conocimiento se están igualando.
Desde el trastorno de la cosmovisión de la física, las personas viven en un mundo complementario con su propio campo de tensión lleno de secretos de los que pueden extraer su creatividad, como dijo Albert Einstein. Cuando Eddington intentó explicar en su libro que los átomos son ante todo insustanciales, Einstein reconoció lo contrario, es decir, que el espacio vacío entre ellos debe llenarse de efectos físicos. De algún modo, dentro y fuera se complementan en la esfera atómica, como afirma Goethe en un poema de adivinanzas: "Al contemplar la naturaleza, siempre hay que respetar una cosa como todo. Nada está dentro, nada está fuera, pues lo que está dentro está fuera. Así que aprovecha sin demora, sagrado misterio público". Lleva lo tradicionalmente místico a la ciencia contemporánea, lo cual sienta bien. ¿Qué más puede pedir un curioso?
