Al contrario: el viaje es el destino, ¿o no?

Al contrario: el viaje es el destino, ¿o no?

El camino es la meta. Eso decía Confucio, que vivió hace más de 2500 años. Pero por muchas veces que oí esta sabiduría, ni la entendí ni la creí durante mucho tiempo, porque en mi juventud siempre tenía en mente un destino: un campo de deportes, por ejemplo, para jugar al fútbol con los amigos, que a su vez estaba vinculado a una meta, a saber, chutar el balón a la portería contraria.

No me interesaba el trayecto, aunque se pudiera pasar por una heladería, por ejemplo, lo que también se podía hacer a la vuelta y era más divertido si se había ganado. Sin embargo, en los años sesenta, los pensadores sociopolíticos empezaron a trazar un mapa intelectual de la vida, y el objetivo que yo siempre había entendido personalmente se convirtió en el gran sentido de la vida, que sólo podía encontrarse filosofando. Confucio se puso de moda. Pero a pesar de ello, en la vida cotidiana seguía existiendo el problema práctico de ir de aquí para allá, es decir, encontrar un destino en un paisaje o un punto de encuentro en una ciudad.

Se trataba de orientarse en el mundo y resolver la tarea conocida como navegación, confiando a un aparato la tarea de guiarnos hasta nuestro destino. Mientras no dispusimos de esos maravillosos dispositivos, tuvimos que confiar en esa maravilla que tenemos en la cabeza llamada cerebro y, como ha descubierto recientemente (digitalmente) la neurociencia, la evolución ha dotado a los humanos de una gran cantidad de habilidades de orientación espacial que nos permiten explorar nuestro espacio vital y encontrar el camino de vuelta una vez que hemos llegado a un destino, es decir, algo comestible o querible, algo que garantice la supervivencia. La evolución ha dotado al ser humano de un cúmulo de neuronas en la cabeza que puede entrenar en el curso de sus exploraciones y que, en última instancia, le permiten la navegación que el individuo necesita para su éxito personal en la vida. Por eso los niños vagan y exploran bosques y arroyos, y es la primera vez que puedo entender a Confucio.

Encontrar el camino por el mundo es el objetivo de la exploración espacial en la infancia. Y ahora llega el teléfono móvil con GPS. Introduces un destino y ya no te preocupas de la ruta. Así es como la gente se pierde de vista. Tienen que volver al camino. En realidad, éste es el destino.

  • Edición: Januar
  • Año: 2020
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